Publicado en Excursiones

Visita al Conjunto Arqueológico Baelo Claudia

A finales del pasado mes de mayo, concretamente el martes 21, los alumnos de 1º de ESO del IES Mercedes Labrador fueron a visitar la ciudad romana de Baelo Claudia, Monumento Histórico Nacional, ubicada en el municipio de Tarifa, Cádiz.

Nada más llegar al monumento, nuestro guía y profesor de Geografía e Historia, Roque Naranjo, nos explicó que se trataba de una ciudad de finales del siglo II a. C. dedicada al comercio de salazones y conservas que exportaban a todo el imperio. Fue construida con respecto a los cánones de las clásicas urbes romanas y la mayor parte del conjunto se llevó a cabo bajo el mandato del emperador romano Claudio. Entre los edificios más famosos del complejo cabe destacar el foro, el teatro, los templos y la basílica, además de los acueductos que abastecían la ciudad de agua.

—Pero, profe —interrumpe Darío, un alumno intrépido y curioso— si la ciudad es de hace tantos siglos, ¿por qué está tan bien conservada?

Precisamente, había sido la fina arena de las playas de Bolonia, y a sus incesantes alteraciones provocadas por el viento, la que había sumergido la ciudad entre sus dunas. Esto la mantuvo prácticamente intacta hasta que se realizaron las primeras excavaciones en el siglo XX.

Es hora de visitar el teatro y los alumnos se zambullen por los entresijos formados por los pasillos que cercan el teatro para observarlo desde diferentes alturas.

Las manecillas del reloj marcan poco más de las dos y es hora de finalizar la visita en el museo de la ciudad.

—¡A esa columna le salen hojas de la parte de arriba! –exclama Nora.

Sin duda, se refería a los tres órdenes de la arquitectura clásica que seguían los principios de armonía, unidad y proporción en todas sus construcciones. Por su parte, los griegos utilizaron tres órdenes (que más tarde asumirían los romanos): dórico, jónico y corintio.

A primera hora de la tarde nos preparamos para culminar la duna más alta de la playa de Bolonia. Se prevé un camino arduo.

—¡Venga, Cristina! —espeta Gisela después de treinta minutos de subida— una carrera hasta la cima.

A lo lejos, divisamos a David, junto a otras compañeras, rodando por una de las laderas de la duna como si de troncos se tratase.

Durante el trayecto de bajada algunos alumnos se adelantan y llegan primero a la orilla.

—¡Mira, profe! —llama Manuel, un apasionado de la biología y los animales, mientras descubre un cangrejo del tamaño de la palma de su mano y que sostiene con devoción— ¿sabías que también hay de otras especies? Mira ese de ahí.

Después de este día de hazañas y peripecias, bañado con algunas pinceladas de historia, es hora de emprender el camino de vuelta a casa. Los alumnos deben contar a sus familias todo lo que han aprendido hoy.

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