Por Taller de Periodismo Escolar (3ºESO)
Elena Medel es poeta, novelista, crítica literaria y editora. Dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia. En 2020, publicó su primera novela, Las maravillas, ganadora del Premio Francisco Umbral al Libro del Año y considerado como uno de los mejores libros en español de 2020 según los críticos de ABC cultural y que ha sido traducida a nueve idiomas.

¿Qué o quién te inspiró para ser escritora? ¿Cómo descubriste que querías ser escritora?
—Yo no nací en una familia lectora, ni siquiera cercana a la cultura; pero siempre me gustó leer, primero, y luego escribir, y ellos lo fomentaron al pensar que me aseguraría un futuro mejor, con un trabajo digno y un sueldo fijo. Por eso mismo yo nunca me planteé «ser escritora», sino conseguir ese trabajo que me permitiera escribir en mis ratos libres, quizá también publicar, etcétera. Empecé la carrera de Filología Hispánica pero en los primeros meses descubrí que no tenía vocación docente, por lo que me formé como editora al margen de la universidad. Nunca tuve la opción de plantearme ser escritora, porque no conocía modelos similares a mis experiencias ni a mis circunstancias en los que inspirarme.
¿Alguna vez te imaginaste que tendrías tanto éxito?
—Depende de lo que se considere como éxito. Para mí el éxito en lo literario es escribir libros que se acerquen a los libros que yo quiero leer, y que provoquen en quienes los lean la voluntad de pensar, de conversar sobre ellos; y en lo profesional, llegar a final de mes sin demasiados sustos, pagar el alquiler y demás facturas. Me parece que si escribes pensando en el éxito —del tipo que sea: comercial, de crítica, etcétera— tus libros pierden honestidad, y es algo que percibirán quienes los lean. Tienes que esforzarte en escribir el mejor libro posible, el que más se parezca al libro que deseas escribir.
¿Ha sido difícil llegar a donde estás?
—Por desgracia tenemos una imagen muy distorsionada de lo que significa escribir y publicar, aparecer en algún medio de comunicación… Los oficios creativos son muy precarios e inestables: un día te va bien, al día siguiente te va mal. He publicado algunos libros que han tenido mayor o menor suerte y he ganado algún premio, pero no vivo de lo que escribo sino de varios empleos que combino para alcanzar un equilibrio con el que afrontar mis gastos, y que me dejan muy poco tiempo para escribir; cuando lo consigo es porque sacrificio horas de ocio o de descanso, porque dejo de ver a mis amigos o familiares para encerrarme en casa, etcétera. Es difícil pero merece la pena, porque es lo que disfruto, aunque en todo caso no creo que esté en ningún «sitio» diferente al de cualquier otra persona.
¿De dónde proceden tu creatividad y tu inspiración?
—De la lectura: para mí la escritura es siempre una consecuencia de los libros que leo. Mis poemas, relatos, novelas… los despiertan siempre los textos ajenos. Leer es lo que más me ha gustado siempre: los libros los entiendo como un refugio, y me permiten reflexionar, aprender, evadirme…
¿Hay algo que no te guste de ser escritora?
—Aunque publique libros no me considero escritora, sino editora. Hay aspectos que me gustan más y aspectos que me gustan menos de mi oficio, por supuesto, porque la mayoría de las veces —yo trabajo para otras editoriales— no puedo escoger los libros y no todos lo disfruto, pero en general no me puedo quejar.
Habiendo escrito poesía desde siempre, ¿qué te hace dar el salto a la novela?
—También he escrito narrativa desde siempre… En mi infancia escribía cuentos, y hasta la adolescencia no descubrí la poesía. Pero en paralelo continué escribiendo narrativa, publicando mis relatos en antologías y libros colectivos, y antes de Las maravillas escribí otras tres novelas que no se han editado.

Uno de los temas más importantes de Las Maravillas es cómo el dinero condiciona nuestras vidas. ¿Planteas tu novela desde una perspectiva de conciencia de clase? ¿Piensas que hoy en día se está perdiendo la conciencia de clase?
—Sí, la novela está planteada desde esa perspectiva y escrita con la voluntad de que se lea como una novela política. No sé si se está perdiendo la conciencia de clase; sí creo que no se concibe de la misma forma —de una manera más estrictamente ideológica, por así decirlo— que en generaciones anteriores. Por ejemplo, creo que la lucha obrera se concibe hoy en diálogo constante y permeable con otras luchas vinculadas a la búsqueda de la igualdad: el feminismo, el antirracismo, el ecologismo… De hecho, creo para mí el feminismo no se concibe sin esa conciencia de lucha por una igualdad transversal, abarcando no solo género, sino también clase, raza… También me parece que hay cierto desclasamiento; cierto empeño en recurrir al concepto de la «clase media», que tiene mucho de consuelo para la clase baja y de lavado de conciencia para la clase alta, como si a quienes vivimos de forma precaria nos diese vergüenza admitirlo. En lugar de sentir orgullo por lo que podemos conseguir pese a las trabas, sentimos frustración por aquello que no tenemos, que no logramos.
¿Podrías dar algún consejo a jóvenes escritores que están empezando?
—Mi consejo es siempre el mismo: leer. Leer mucho, y pensar mucho también sobre aquello que leemos. Leer los libros que nos entusiasman, y reflexionar sobre los motivos por los que nos gustan —qué nos llama la atención del estilo, cómo piensan en los temas que nos interesan—, y también leer libros que sintamos menos próximos a nuestro gusto, para saber justo aquello que nos aleja. Leer igual poesía que narrativa que ensayo que teatro, leer a mujeres y a hombres, leer literatura contemporánea pero también obras clásicas, y leer libros en nuestro idioma y traducciones de otros países, sobre todo los menos evidentes. Esas diferencias y esas distancias nos permiten construir una visión muy rica del mundo, y esa visión de manera evidente influirá en lo que escribimos.
Muchas gracias, Elena, por contestar nuestras preguntas y dedicarnos tu tiempo.